(Presentación del libro El camino de las hormigas. Foto gentileza de Johana Gribaudo)
Asuntos de perspectiva: El camino de las hormigas de Deborah Hadges.
Por Andi Nachón
Así es también la verdad de les poetas, la más invencible, la más inaprensible, la más indemostrable y convincente. Una verdad que vive en nosotres sólo un primer instante de la percepción (¿qué cosa fue?) y permanece solamente en nosotres, como la huella de una luz o de una pérdida (¿acaso fue verdaderamente?). Una verdad irresponsable y sin consecuencias, una verdad que - ¡por dios! - ni siquiera es necesario intentar seguir, ya que incluso para les poetas no tiene retorno.
Marina Tsvietáieva, El poeta y el tiempo
Lo perdido y lo encontrado, eso que Marina nombró verdad pero también podríamos llamar experiencia o, mejor, ese instante donde se atraviesa la pantalla de clichés que Jameson dice nos separa de lo real.
Eso apenas entrevisto de costado: un paso a paso del caminito trazado por hormigas a través de espesuras o vacíos terraplenes. Con ese ritmo avanzan estos doce poemas de largo aliento para constituir una tierra propia. Como esa hormiga capaz de levantar cincuenta veces su peso, cada poema se interna en zonas que lo exceden y traerán a través de sus versos un destello cierto, algo así como un develamiento o, digámoslo como Marina, cierta verdad irresponsable, aunque, no por eso, menos filosa y concreta.
Esta perspectiva despliega un territorio donde lo concreto de una escena o una materia funciona como plataforma de despegue. Entonces lo antitético de lo real sume a la voz poética en la reflexión. Cuestiones de medidas ante aquello que fuga y es incalculable. Tiempo – y espacio en los pasos- movimiento o equilibrio: los versos transcurren a la búsqueda de eso mesurable, tangible, algo preciso y aprehensible. Sin embargo, en el lenguaje y en el mundo afuera, rozan resistencias: un corazón que se rompió, no es un corazón roto. El camino de las hormigas posibilita el encuentro con una conciencia en devenir, esa voz que a partir de alguna escena nimia se dice y dice el alrededor para comprenderlo y comprenderse o, mejor, hallar por un instante alguna forma de sentido. Así, el lado B de estos poemas es la escritura como centro: ese canto que nos permite perdernos, desviarnos y también encontrarnos y conciliar aquello que siempre será no yo y opuesto. O, tomando una noción de la poeta y filósofa chilena Nadia Prado, este lado B del libro testimonia cómo la poeta piensa –y se piensa- escribiendo.
Estas tensiones, ligadas a la comprensión y a su imposibilidad, pero también profundamente enraizadas en un discurso poético que busca y se busca en lo otro y en les otres, guían el recorrido a través de versos intensos, un rumiarse rítmico que acompaña la velocidad crucero del pensamiento, su respiración. Nada sobra, nada es superfluo: para nombrar se renuncia a lo banal y entonces todo es manifestación, evidencia. Bollitos de papel para decir te quiero en esa confesión que la gata rescata resueltamente. Mapa incomprensible que no define norte o Río Tehuel, pero el cuerpo atestigua, siempre lo hace, un giro errado. Cuestiones del acontecer, como esos encuentros casuales con niñes que miran, tientan al peligro en equilibrio precario o preguntan: ¿qué hora es / en el cielo?
Libro contundente porque cada una de sus estaciones, breves momentos captados, abre la posibilidad de un pensamiento sensible que se mueve a través de la materia y la memoria, capaz así de proyectarse hacia delante pero también de comprometerse en su intenso ahora. Y transcurre el decir con la misma meticulosidad que se pone en juego para separar lo bueno y dulce de las frutillas, de sus partes ya deshechas, vueltas resto.
A través de estos pasos de baile, el poema sacraliza de forma pagana un momento preciso del tiempo, nos abre ese punto de fuga donde paciencia y premura, miedo y confianza, atención y distracción concilian una nueva región: eso que sólo sucede por momentos fugaces en el discurso poético. Tal vez ese deseo de escritura que solamente pueda concretarse en versos.
A veces los poemas llegan para recordarnos el cuidado, en otres o en una planta, también en la lengua que nos cobija. Nuestra capacidad de anfitrionar en la atención eso del tiempo que escapa y así lograr un estar en el tiempo sin pretensión de control. Así en el poema Insistencia:
Recorrí este libro guiada por una voz potente y vuelvo de él para celebrar la fuerza de sus poemas, este impacto emotivo que refulge y nos lleva, a través de esa extraña alianza entre percepción subjetiva y pensamiento sensible, un poquito más cerca de eso que somos, que anhelamos ser.
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Andi Nachón
Buenos Aires, Argentina, 1970. Poeta, guionista y docente. Su primer libro de poesía, Siam, apareció publicado en 1990. A este le siguieron otros nueve. Desde 2013 codirige Hain Cine, una productora cinematográfica, actividad que alterna con la docencia universitaria en el campo de la poesía.